Bienvenido a la realidad, eres un (consumidor) pasivo

Sí, hace años que nos engañan, cuando empezaron a hacerlo muchos de nosotros ni siquiera habíamos nacido. Nos han hecho creer que cocinar es demasiado sacrificado y que sería mucho más provechoso invertir ese tiempo en otra cosa como, por ejemplo, trabajar un ratito más y conseguir más dinero para poder pagar las cenas fuera de casa junto a las cajas de la sección de refrigerados. Y lo peor de todo es que nos lo hemos creído. Nos han metido en la despensa un montón de sopas instantáneas, copos de patata, salsas en polvo o en bote y mermeladas de mil colores que saben igual. A nada.

Antes era la mujer la que se quedaba en la cocina y preparaba guisos eternos que sabían a gloria, pero las mujeres empezaron a trabajar también fuera de casa y a tener menos tiempo y los hombres no quisieron coger el relevo de la cuchara de palo porque no era gratificante, estaba mal visto y porque, al poco tiempo, un sueldo ya no servía para mucho. Y nos fueron invadiendo las latas y los productos congelados. Ahora sólo necesitas 10 minutos de microondas para cenar en “condiciones”, nos dijeron. Nos convencieron de que así la vida era más fácil, más placentera, que disfrutaríamos mucho más de nuestros minutos en la tierra pero lo único que consiguieron fue convertirnos en consumidores pasivos que no tienen ni idea de si lo que comen es natural o está creado en un laboratorio. Que cogen la cuchara sin saber qué es lo que hay en el plato.

Es mucho más barato darnos de comer comida procesada que productos frescos, lo sabías? Imagínate lo económico que sería comprar en cantidades industriales piña, por ejemplo. En las fábricas de zumo no seleccionan la mejor piña de la estantería como haces tú en el súper, que va. Las casi podridas también sirven, con todos sus añadidos, a veces ni siquiera tendrán forma de piña o serán restos de a saber qué otros usos. Después llevarán concentrados y aditivos raros con muchos “E-“ para que duren lo máximo posible y, claro está, casi todo lo que beberás será agua envasada en un brick llenito de bisfenoles que habrán sufrido, al menos, un par de cambios bruscos de temperatura. Felicidades, estarás consumiendo plástico cancerígeno y agua contaminada con sabor a (lo que te han dicho que sabe la) piña. A ellos les sale más barato darte zumo que darte piñas y además tú pagarás muchísimo más. Ahora relee el párrafo cambiando piña por pollo y zumo por nuggets. Sí, es el mismo proceso aunque un poco más sucio.

pollo

Y sin embargo a ti te sigue dando mucha pereza comprar una piña de verdad en la frutería del barrio porque tienes que salir a correr para estar sano. En serio, es de risa.

Imagino que leyéndome pensarás: pero es que yo no puedo hacer zumo de piña. Y bueno, déjame que te diga que la cocina no es física cuántica. Puedes hacer zumos y pan y croquetas. Incluso donuts!

Cocinar nos hizo humanos, desarrolló nuestro cerebro y nos unió alrededor de un fuego, las largas esperas y los turnos controlando los asados nos enseñaron a compartir y a dejar nuestras diferencias alejadas del plato. Abandonar la cocina significaría mucho más que comer mal, significaría que estamos cerca de convertirnos en bestias anuladas por la tecnología.

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