““Cuando viví en Italia compré una bolsita de especias con un cartoncito de color kraft donde se leía: Arrabiata. Fue la primera vez que oía ese nombre así que lo compré, llegué a casa y mezclé un puñado con la pasta fresca y unas buenas cucharadas de aceite de oliva. Aquello picaba tanto que me lo comí con una jarra de leche. Entonces aquel se convirtió en mi ritual. Trabajaba tanto que apenas tenía tiempo para elaborar nada y los días libres aprovechaba para disfrutar de aquellas majestuosas avenidas en mi bicicleta. Pero cuando mis compañeros se iban y me quedaba en casa sola volvía a mi bolsita de especias y a mi vaso de leche. Ahora en casa elaboro yo misma la salsa y la disfruto con cualquiera que se atreva a disfrutarla conmigo.” “

Ingredientes
2 raciones
20 minutos
1 tomate maduro
4 tomates secos
salvia
2 cebollas
3 ajos
2 ó 3 guindillas secas
1 cucharadita azúcar
sal
Cortar la cebolla en juliana y el ajo en rodajas. Cocinarlos en un par de cucharadas de aceite de oliva junto a las guindillas. La cebolla deberá perder toda el agua para que pierda su textura crujiente y se vuelva untuosa. Lo conseguirás bajando el fuego y teniendo paciencia. En 5 minutos con el fuego bajo y una pizca de sal tendrás la cebolla más deliciosa del mundo.
Yo adoro la sensación delicada que te deja la salvia en los labios y, aunque sea poco ortodoxo, me encanta en este plato. Echar unas hojas en el aceite caliente y esperar a que empiecen a crujir.
Triturar el tomate fresco junto a los secos (también podrás usar pasta de tomates secos) y echarlos en la sartén. Añadir una cucharadita de azúcar y otra pizca de sal. Dejar cocinar durante 15 minutos removiendo de vez en cuando y mezclar con tu pasta recién cocida favorita. No olvides el vaso de leche!
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